En el análisis del centro del cuarto si es que éste existe, estaba ella desnuda cantando entre quimeras, miraba el horizonte del océano y un navío con mil historias se la llevaba. Ella al irse, me daba una red para pescar melancolías, la ponía en la puerta y limpiaba mis pensamientos para poder dibujar su tez.
En el análisis del centro del cuarto observé detenidamente la calle en su parte más larga, ahí, el aire despertó a un hombre sin olvido, él silbaba una ligera tonada, reminiscente, y movía el brazo buscando su ceguera, y una mirada, la de ella, se asomaba. El silbido se repetía cuando ella hablaba, asomando su vientre mojado y él sonreía, ya que ella al principio también dormitaba y en su recuerdo renacía.
Dejé la ceguera en el análisis del centro del cuarto y me tomé una idea que sobraba de los mosaicos, y ahí, un alma gritó, le acompañaba un gato blanco, taciturno, volteo a verme y en ese instante, las paredes se convirtieron en manos y de los pliegues salieron palabras, una a una me envolvieron y es desde entonces que no puedo dejar de pensar en el centro del cuarto.
